Los Cuentos de Aisha 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

              

 

 

 

  

 

 

               

 

 

 

 

 

 

               

 

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

               

 

 

 

 

 

 

 

 

              

 

 

 

  

 

 

               

 

 

 

 

               

 


Cuentos sufís
  Los powerpoint de Aisha

1

Páginas de cuentos de Aisha

 
Un hombre se dirigió a Zainulabidin diciéndole:
- Te reconozco como mi guía y maestro, y te suplico que me permitas aprender de ti.
- ¿Por qué crees que soy guía y maestro?
El recien llegado respondió:
- He buscado durante toda mi vida y nunca he encontrado a nadie con tal reputación de bondad, afecto y excelente apariencia.
Zainulabidin lloró y le dijo:
- ¡Querido amigo, qué cosa tan frágil es el hombre, y en qué peligro está! La reputación y las acciones que me atribuyes las comparto con algunas de las peores personas en el mundo. Si todos los hombres juzgan sólo por las apariencias, todo diablo será considerado un santo, y todo hombre superior podría ser visto como un enemigo de la humanidad
 
- ¿Por qué has de emplear tantas analogías cuando estás hablando de la comprensión superior? ¿No podemos hablar de tales cosas en lenguaje sencillo?
El respondió:
- Esto es un ejemplo de "ignorancia sublime que produce una información correcta". Si no hubiera gente que ignorase cosas, no seríamos capaces de discernir quien es sabio. Sabed, sin embargo, que el lenguaje es, en sí mismo, una analogía. Cualquier palabra y frase, cualquier letra, es una analogía. Con palabras no podemos hablar directamente de cosas superiores, ya que ningún lenguaje abarca las cosas superiores y las inferiores a la vez
 
Un maestro iba con sus discípulos bordeando la orilla del río con la intención de alcanzar el atracadero y encontrar un bote que les llevara a la orilla opuesta, cuando un afamado yogui de la región le vio venir y, reconociéndole, quiso saludar al viejo maestro y demostrarle su simpatía.
Para ello salió del monte y, andando sobre las aguas, llegó al maestro desde la otra orilla.
- ¿Qué le pareció maestro ? - dijo el yogui sonriente.
El santo instructor le miró pensativo y dijo.
- ¿Cuántos años de meditación te a costado conseguir el poder de caminar sobre las aguas ?
El yogui exclamo con orgullo:
- Catorce largos años.
El maestro le dijo:
- ¿Ves a aquel barquero subido a su bote? Pienso pagarle una rupia y cruzar el río con todos mis discípulos
 
Cuando el Maestro se hizo viejo y enfermó, los discípulos no dejaban de suplicarle que no muriera. Y el Maestro les dijo:
- Si yo no me voy, ¿cómo podréis llegar a ver?
- ¿Y qué es lo que no vemos mientras tu estás con nosotros?
Pero el Maestro no dijo ni una palabra. Cuando se acercaba el momento de su muerte, los discípulos le preguntaron:
- ¿Qué es lo que no vamos a ver cuando tu te hayas ido?
Y el Maestro les respondió:
- Todo lo que he hecho ha sido sentarme a la orilla del río y daros agua.
Cuando yo me haya ido, confío en que sepáis ver el río
 
Un día un príncipe chino oyó cantar a un ruiseñor. Maravillado por la belleza de su canto, decretó que era un pájaro real que debía estar en palacio. Ordenó su captura.
Cuando le trajeron el pájaro, lo encerró en una magnífica jaula de oro, le hizo servir los manjares más exquisitos y convocó a los mejores músicos del imperio para que le hicieran compañia. Sin embargo por más que fue rodeado de mil atenciones, el ruiseñor dejó de cantar, se desmejoró y murió en una semana.
 
Un hombre visitó a un genuino maestro espiritual.
- Me he acercado a ti porque, despues de siete años de ser discípulo de un supuesto maestro, me he dado cuenta de que no era un hombre espiritual.
El verdadero maestro respondió.
- Me recuerdas al hombre al que le preguntaron por qué había dejado su casa tras vivir alli siete años. El repondió que acababa de descubrir que no tenía cuarto de baño
 

Estaba el maestro sentado a la orilla del Ganges instruyendo a sus discípulos acerca de el apego cuando otro joven discípulo, aparentemente rico y ostentoso de sus joyas, se acercó al grupo diciendo.
- He aquí divino maestro que traigo un regalo digno de ti.
Todos se acercaron a mirar el valioso regalo que el recién llegado sacó de entre un pañuelo de seda. Algunos no pudieron evitar que algunas exclamaciones de admiración escaparan de sus bocas. Era un par de brazaletes de oro con piedras preciosas finamente incrustadas.
El maestro sondeó con su mirada al joven discípulo y tomando uno de los brazaletes lo arrojó al Ganges.Todos quedaron estupefactos y, tras un momento de total confusión y vacilación, se lanzaron al agua en busca del brazalete.
Al cabo de las muchas horas, ya cayendo la tarde, el discípulo rico volvió al maestro y rogándole le preguntó.
- Maestro, a lo mejor pudiera encontrar el brazalete si me indicas por donde cayó.
El maestro no dijo palabra alguna. Tomó el segundo brazalete y lo lanzó al río. Entonces dijo.
- Allí.

 
- ¿Qué demonios estás haciendo? - le preguntaron a un mono cuando le vieron sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol.
- Estoy salvándole de perecer ahogado - respondió
 
Un monje solicitó un día a su maestro:
- Señor, muéstrame a Dios, después de ser tu discípulo durante 10 años tengo necesidad de ver a Dios.
- De acuerdo - contestó el maestro y tomando un garrote asestó un fuerte golpe al monje.
- ¿Porqué me haces esto? - preguntó el discípulo - Me golpeaste y ahora siento un terrible dolor.
- Bien - dijo el maestro - muéstrame ese dolor y yo te mostraré a Dios
 
Dos ranas cayeron en un recipiente con leche.
- Sigue nadando - dijo una rana a otra - saldremos de alguna manera.
- Es inútil - chilló la primera - es demasiado espeso para nadar, demasiado blando para saltar, demasiado resbaladizo para arrastrarse. Como de todas maneras hemos de morir algún día, mejor que sea esta noche.
Así que dejó de nadar y pereció ahogada. Su amiga siguió nadando y nadando sin rendirse. Y al amanecer se encontró sobre un bloque de mantequilla que ella misma había batido.
Y allí estaba, sonriente, comiéndose las moscas que acudían en bandadas de todas direcciones
 
- ¡Cielos, cómo has envejecido! - exclamó el Maestro después de conversar con un amigo de su infancia.
-  Uno no puede evitar hacerse mayor, ¿no crees? - le dijo el amigo.
- No, claro que no puedes - admitió el Maestro - pero sí puedes evitar envejecer
 
Para manifestar su deseo de enseñar a otros la Verdad, un celoso discípulo le pregunto al Maestro su opinión al respecto. Y el Maestro le dijo:
- Espera.
Un año tras otro, el discípulo volvía con la misma pregunta, y una y otra vez el Maestro le daba la misma respuesta:
- Espera.
Al fin, un día le dijo al Maestro:
- ¿Cuando estaré en condiciones de enseñar?
Y el Maestro le respondió:
- Cuando tu impaciencia por enseñar haya desaparecido
 
Se cuenta que estaban preparando unos kebabs para Naushirwan con la caza que acababan de matar en el coto. Los cocineros se quedaron sin sal, por lo que enviaron a un esclavo a un pueblo cercano para que consiguiera un poco.
Cuando se marchaba, Naushirwan le pidió que se asegurase de entregar el precio de la sal que obtuviera, no fuera a convertirse en costumbre llevarse algo sin pagar y quedara arruinado el pueblo.
Algunos preguntaron:
- ¿Qué daño podría ocasionar tal nimiedad?
Él respondió:
- Un pequeño acto de tiranía parece carecer de importancia, pero los que vienen luego van multiplicándola y acaba siendo de magnitudes imponderables
 
Había dos hermanos, uno de los cuales estaba al servicio del sultán y otro se ganaba el pan con el sudor de su frente. El rico le dijo a su hermano:
- ¿Por qué no entras a formar parte del servicio del sultán y así te librarás de los rigores del trabajo?
Él respondió:
- ¿Por qué no trabajas tú y te libras de la desgracia de tener que servir a otro?
 
El Maestro impartía su doctrina en forma de parábolas y cuentos que sus discípulos escuchaban con verdadero deleite, aunque a veces también con frustración, porque sentían necesidad de algo más profundo. Esto le traía sin cuidado al Maestro, que a todas las objeciones respondía:
- Todavía tenéis que comprender, queridos, que la distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento
 
El discípulo quería un sabio consejo...
- Ve, siéntate en tu celda, y tu celda te enseñará la sabiduría - le dijo el Maestro
- Pero si yo no tengo ninguna celda... Si yo no soy monje...
- Naturalmente que tienes una celda. Mira dentro de ti.
 
Un hombre recorrió medio mundo para comprobar por si mismo la extraordinaria fama de que gozaba un famoso Maestro.
- ¿Qué milagros ha realizado tú Maestro? - le pregunto a un discípulo.
- Bueno, verás..., hay milagros y milagros. En tu país se considera un milagro el que Dios haga la voluntad de alguien. Entre nosotros se considera un milagro el que alguien haga la voluntad de Dios.
 
Un derviche que había hecho voto de soledad se había retirado a un desierto. Un día, junto a él pasó  un rey con su séquito . El derviche, que se hallaba en estado de meditación contemplativa, no levantó la cabeza, ni siquiera se percató del cortejo. El monarca, aunque estaba de buen humor, se irritó contra él y dijo:
- Estos que visten el manto andrajoso son brutos como los animales y carecen de educación y humildad.
El visir reprendió al derviche diciendo:
- ¡Oh derviche! El sultán de toda la tierra acaba de pasar. ¿No vas a rendirle homenaje como es debido?
El derviche respondió:
- ¡Que el sultán busque homenajes en aquellos que esperan beneficiarse de su buena voluntad! Dile, además, que los sultanes se crearon para proteger a sus súbditos, y no los súbditos para servir a los reyes.
El rey quedó impresionado por la sabiduría del derviche y dijo:
- Pídeme un deseo.
El derviche respondió:
- Lo que deseo de ti es que no vuelvas a molestarme.
- Dame, pues, algún consejo - dijo el rey.
El derviche contestó:
- Ahora que tienes entre las manos el poder y la soberanía, recuerda que pasan de mano en mano.
 
Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia. Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás.
El derviche contestó:
- Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes : dinero, poder, posición social. Gracias a Dios esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
- ¿Qué quieres decir? - gritó.
- Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia - dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.
 
Un día un rey puso a competir a dos pintores, pidiéndoles que crearan el cuadro más bello que pudiera existir. Los dos artistas trabajaron en la misma estancia. Una cortina les separaba. Uno de ellos pintó un cuadro maravilloso mientras que el otro empleó su tiempo en pulir la pared con infinito cuidado.
Cuando el rey vino a ver el resultado, abrieron la cortina y en un lado, vio el magnífico cuadro creado por el primer pintor , en la pared opuesta, descubrió el reflejo del cuadro que era más hermoso que el original.
 
En Marruecos, en la plaza de un mercado, andaban dos locos cogidos del brazo cuando uno de ellos llama la atención al otro y señala hacia el cielo:
- ¡Mira!, está anocheciendo.
- ¡No hombre!...¿no ves que amanece?...
- ¡Cómo!... ¿no ves, estúpido, que se está haciendo de noche?
Y así transcurrieron horas de discusión hasta que comenzando a aburrirse, decidieron preguntar a alguien y salir de dudas...
Acertaron a preguntar a otro transeunte del mercado, quien, casuálmente, estaba mucho más loco que ellos:
- Por favor, ¿nos puede resolver una duda?: ¿amanece o está anocheciendo?
El loco contempló el cielo durante un rato y finalmente respondió:
- En realidad no lo sé, porque yo no soy de este barrio.
 
Un hombre se perdió en el desierto. Y más tarde, refiriendo su experiencia a sus amigos, les contó cómo, absolutamente desesperado, se había puesto de rodillas y había implorado la ayuda de Dios.
- ¿Y respondió Dios a tu plegaria? - le preguntaron.
- ¡ Oh, no! Antes de que pudiera hacerlo, apareció un explorador y me indicó el camino.
 
Un día, en la India, un ladrón penetró en una rica propiedad. Apenas hubo puesto los pies en el jardín, unos perros guardianes se abalanzaron sobre él ladrando ferozmente. Viendo entonces un montón de cenizas, el ladrón se cubrió el cuerpo a toda prisa con ellas y se sentó debajo de un árbol en actitud meditativa.
Alertados por los perros, acudieron los propietarios del lugar y viendo al hombre meditar bajo el árbol, exclamaron:
- Un santo varón ha entrado en nuestra casa. ¡Qué gran honor!
Encantados por esta visita inesperada, le cubrieron de presentes. Al irse, el ladrón se dijo a sí mismo:
- He recibido todos estos regalos nada más que por imitar la santidad. Si persistiera, ¿quién sabe si no recibiría la presencia divina?
 
Un hombre estaba tendido en el borde de un camino. No estaba ni herido ni muerto, sino únicamente cubierto de polvo. Un ladrón lo vio y se dijo.
- Seguro que es un ladrón que se ha dormido. La policía vendrá a buscarlo. Es mejor que desaparezca antes de que llegue.
Y se marchó. Un poco más tarde, un borracho le dio la vuelta tambaleándose:
- ¡Mira lo que pasa por no aguantar la bebida! - balbuceó - ¡Que vaya bien, amigo y la próxima vez, no bebas tanto!
Llegó un sabio. Se acercó y se dijo:
- Este hombre está en éxtais, meditaré a su lado.
 
En un monasterio budista dos discípulos destacaban particularmente por su brillante inteligencia, si bien fueran muy diferentes el uno del otro.
El primero solía pedir al maestro que le dejara salir del monasterio para ver el mundo y en él poder poner en práctica su zen. El otro se contentaba con la vida monástica y, aunque le hubiera gustado ver el mundo, esto no le creaba ningún afán en absoluto.
El maestro, que nunca había accedido a los pedidos del primer monje, pensó un día que tal vez los tiempos eran maduros para que los jóvenes monjes fueran puestos a prueba. Les convocó, anunciándoles que había llegado el momento de que se fueran por el mundo durante todo un año. Dejaron el templo el día siguiente al amanecer.
El año transcurrió rápido y los dos monjes regresaban al monasterio con muchas experiencias para contar. El maestro quiso verles para conocer lo que ese año había supuesto para ellos y qué habían descubierto durante su estancia en el mundo laico.
El primer monje, el que quería conocer el mundo material, dijo que la sociedad está llena de distraciones y tentaciones, y que es imposible meditar ahí fuera. Para practicar el zen no existe mejor lugar que el monasterio.
El otro, por el contrario, dijo que salvo algunos aspectos superficiales no encontró gran diferencia a la hora de meditar y practicar el zen en el mundo exterior. Por tanto, a su parecer, quedarse en el templo o vivir en sociedad, le resultaba igual.
Tras haber escuchado ambos relatos, el maestro les dio a conocer su decisión: al segundo monje le concedió la autorización para que se fuera. Al primero le dijo:
- Será mejor que tú te quedes aquí, todavía no estás preparado
 
Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró en la tienda, hizo una profunda reverencia y dijo:
- Tengo tan gran confianza en Dios, que he dejado suelto a mi camello ahí afuera. Estoy convencido de que Dios protege los intereses de los que le aman.
- Pues sal fuera y ata tu camello, !estúpido! - dijo el maestro - Dios no puede ocuparse de hacer, en tu lugar, lo que eres perfectamente capaz de hacer tú por ti mismo.
 
Había una vez un rey sabio y poderoso que gobernaba en la remota ciudad de Wirani. Y era temido por su poder y amado por su sabiduría.
En el corazón de aquella ciudad había un pozo cuya agua era fresca y cristalina, y de ella bebían todos los habitantes, incluso el rey y sus cortesanos, porque en Wirani no había otro pozo.
Una noche, mientras todos dormían, una bruja entro en la ciudad y derramó siete gotas de un extraño líquido en el pozo, y dijo:
- De ahora en adelante, todo el que beba de esta agua se volverá loco.
A la mañana siguiente, salvo el rey y su gran chambelán, todos los habitantes bebieron el agua del pozo v enloquecieron, tal como lo había predicho la bruja.
Y durante aquel día, todas las gentes no hacían sino susurrar el uno al otro en las calles estrechas y en las plazas públicas:
- El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán han perdido la razón.
Naturalmente, no podemos ser gobernados por un rey loco. Es preciso destronarlo.
Aquella noche, el rey ordeno que le llevasen un vaso de oro con agua del pozo. Y cuando se lo trajeron, bebió copiosamente y dio de beber a su gran chambelán.

Y hubo gran regocijo en aquella remota ciudad de Wirani porque el rey su gran chambelán habían recobrado la razón
 
En las montañas O Mei Shan existían muchos monasterios. Los monjes de los grandes monasterios eran muy ricos mientras que los de los monasterios mas pequeños eran muy pobres.
Cierto día, un monje de un pequeño monasterio fue de visita a un gran monasterio con la intención de despedirse, pues partía en peregrinación a Putu, una isla del mar del Este. Para llegar allí era necesario escalar altos montes y atravesar numerosos ríos, a través de muchos kilometros. Este duro viaje duraba muchos meses, o incluso años.
Cuando el monje pobre puso al corriente de su intención al monje rico, este quedo asombrado:
- ¿Y que llevas para tu viaje?
- Un jarro y una escudilla proveerán todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre pediré alimentos de limosna con mi escudilla.
- Yo también deseo hacer esa peregrinación; hace varios años que estoy preparándome, pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Me temo que te tomas las cosas muy a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como tu crees!
Dos años mas tarde, el monje pobre regresaba de su peregrinación, y fue a saludar al monje rico y le contó como había sido su peregrinación a Putu.
A pesar de su desconcierto, el monje rico confeso:
- En cuanto a mi, aún no he terminado mis preparativos para el viaje.
 
Un día, un comerciante entró en un pueblo con una caravana. Justo en el momento que pasaba delante del templo, su estómago le jugó una mala pasada.
No pudo contenerse e hizo sus necesidades delante de la puerta. Cogido in fraganti, le llavaron a presencia de Nasrudín, juez del lugar, para que juzgara el hecho.
El Mulla preguntó.
- ¿Tenía usted intención de ofendernos?
- ¡En absoluto!
- ¡Bien! ¿Qué prefiere usted, un castigo físico o una multa?
- ¡Prefiero una multa!
- Perfecto. En tal caso deberá pagar usted al tribunal una moneda de oro de un denario.
El comerciante rebuscó en sus bolsillos y sacó una moneda. Le dijo a Nasrudín:
- Únicamente tengo una moneda de dos denarios. Pártala en dos y quédese con la mitad.
El Mulla tomó la moneda, la examinó y le respondió al comerciante.
- No, esta moneda no debe ser partida. Me la quedaré yo y, mañana, tendrá usted derecho a hacer sus necesidades de nuevo delante del templo
 
En el dique del Pabellón de Piedra se levantaba un gran arce. Su tronco estaba podrido y hueco; así, cuando llovía, el árbol vacío se llenaba de agua. Un vendedor que pasaba por allí con un cargamento de anguilas, puso una de ellas dentro del tronco podrido, por divertirse.
Como sea que las anguilas no crecen en los árboles, los aldeanos que la vieron pensaron que se trataba de un animal sagrado, y construyeron un templo junto al árbol; le sacrificaban diariamente algún ganado, y llamaron a aquel sitio "el Templo de la Madre Anguila".
 Se creía que quienes rezaban en su altar tendrían buena suerte, mientras que quienes ofendían a aquel dios serian perseguidos por la desgracia.
 Cuando el vendedor volvió por aquel camino y vio lo que había sucedido, se llevo la anguila para hacerse un caldo. La anguila dejó así de ser sagrada
 
Como consecuencia de las violentas  guerras fraticidas, un rey perdió hasta el último de sus soldados. No le quedaron más que dos servidores. Un día, los bárbaros llegaron a las puertas de la ciudad con la intención de poner cerco a palacio. El rey ordenó entonces a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instaló en la galería a fin de ver llegar a los invasores.
 
Mientras él se abanicaba indolentemente, les vio avanzar hasta la escalinata del palacio. Su serenidad perturbó a los bárbaros. Estos supusieron que les esperaba una trampa en su interior. En vez de poner cerco a aquel lugar, el jefe reunió a sus hombres y tocó a retirada.
 
 El rey dijo entonces:
 - Ved, los bárbaros, que son la plenitud, tienen miedo al vacio
 
Una vez un rey hizo construir un magnifico palacio, compuesto por innumerables habitaciones, en el que no se podía entrar más que por una única portezuela. Las personas que quisieron ver a su soberano, tras haber penetrado en el edificio, vieron abrirse por todos lados puertas que daban a auténticos laberintos. No pudieron encontrar al rey.
Cuando el príncipe se dirigió a palacio para ver a su padre, penetró por la portezuela de entrada y reparó de inmediato en que todas las siguientes no eran sino el reflejo de una sola. La abrió y encontro a su padre, sentado delante de él
 
La fiesta reunió a todos los discípulos de Nasrudin. Durante muchas horas comieron y bebieron, y conversaron sobre el origen de las estrellas. Cuando era ya casi de madrugada, todos se prepararon para volver a sus casas.
Quedaba un apetecible plato de dulces sobre la mesa. Nasrudin obligó a sus discípulos a comérselos. Uno de ellos, no obstante, se negó.
- El maestro nos está poniendo a prueba - dijo - quiere ver si conseguimos controlar nuestros deseos.
- Estás equivocado - respondió Nasrudin - la mejor manera de dominar un deseo es verlo satisfecho. Prefiero que os quedéis con el dulce en el estómago - que es su verdadero lugar - que en el pensamiento, que debe ser usado para cosas más nobles
 
Un hombre se acercó al filósofo Ramanuja y le pidió:
- ¡Muéstreme el camino hacia Dios!
- ¿Te enamoraste alguna vez de alguien? - preguntó Ramanuja.
- ¿Enamorarme? ¿Qué es lo que  quiere decir con eso? Me prometí a mí mismo jamás aproximarme a una mujer, huyo de ellas como quien intenta escapar de una enfermedad. Ni siquiera las miro. Cuando pasan, cierro los ojos.
- Procura volver a tu pasado e intenta descubrir si nunca, en toda tu vida, hubo algún momento de pasión que dejase tu cuerpo y espíritu llenos de fuego.
- Vine hasta aquí para aprender a rezar, y no a cómo enamorarme de una mujer. Quiero ser guiado hasta Dios, y usted insiste en quererme llevar hacia los placeres de este mundo. No entiendo lo que desea enseñarme.
Ramanuja permaneció silencioso algunos minutos y finalmente dijo:
- No puedo ayudarte. Si tú nunca tuviste ninguna experiencia de amor, nunca conseguirás experimentar la paz de una oración. Por lo tanto, regresa a tu ciudad, enamórate, y sólo vuelve a buscarme cuando tu alma esté llena de momentos felices. Sólo una persona que entiende el amor puede entender el significado de la oración. Porque el amor por alguien es una oración dirigida al corazón del Universo, una plegaria que Dios colocó en las manos de cada ser humano como un presente divino.
 
Un aspirante a discípulo visitó la casa de un Maestro Sufi. Se le dijo:
- Tienes que tratar de contestar a una pregunta. Si lo consigues, él te aceptará para la enseñanza dentro de tres años.
La pregunta se hizo y el buscador trabajó en ella hasta que tuvo la respuesta. El representante del Maestro tomó su respuesta para el Maestro y volvió con el mensaje:
- Tu respuesta es correcta. Ahora puedes alejarte por un periodo de 1001 días, después de los cuales te será permitido volver para recibir la Enseñanza.
El aspirante estaba deleitado. Cuando le hubo dado las gracias al otro hombre le preguntó:
- ¿Qué habría ocurrido si hubiese fallado en dar la respuesta correcta?
- ¡Oh!, en ese caso habrías sido admitido inmediatamente
 
Había una vez un hombre viejo a quien un joven había ayudado con una pequeña suma de dinero. Un día vio cómo el joven era guiado por una escolta de soldados hacia su ejecución por algo que se suponía había hecho.
El anciano inmediatamente gritó:
- !El rey está muerto¡
Esto causó tal confusión y pánico entre las tropas que el joven fue capaz de escapar.
Más tarde, sin embargo, el anciano fue arrestado y llevado ante el rey, quien le preguntó:
- ¿Por qué hiciste tal cosa y por qué desearías verme muerto?
El anciano replicó:
- El que yo gritase que estabas muerto no te lastimó en modo alguno, pero salvó una vida.
El rey se asombró tanto con esta historia que liberó al anciano.
 
A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones, le dijo el Maestro:
- Naturalmente que eres limitado. Pero, ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace unos años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?
El discípulo respondió:
- Han cambiado mis talentos.
- No - contesto el Maestro - has cambiado tú.
- ¿Y no es lo mismo?
- No, tú eres lo que tú piensas que eres, cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú.
 
Amanecía. Una mujer muy santa se estaba dando un apacible baño totalmente desnuda. De repente, un yogui vino a darle un recado y la sorprendió en su desnudez. Desconcertado y sorprendido, se dio rápidamente media vuelta y se dispuso a alejarse de la mujer, pero ella le reprendió en los siguientes términos:
- ¿Por qué te vuelves? Si me pudieras ver como a las vacas pastando en los campos, también desnuda, no tendrías necesidad de marcharte. Si no te comportas con naturalidad al verme desnuda, es que todavía haces diferencia entre tú y yo; todavía estás atrapado en la dualidad y el deseo.
El yogui comprendió en profundidad la verdad que brotaba de los sabios labios de la mujer, se puso ante ella de rodillas y comenzó a exclamar:
- !Madre, madre, madre!
 
Entré a casa de mi maestro Abulabás el Oryani en ocasión en que mi alma se sentía hondamente turbada ante el espectáculo de las gentes, a quienes veía rebeldes y empeñadas en contradecir la ley de Dios. Mi maestro me dijo:
- Querido mío, ¡preocúpate de Dios!.
Salí de su casa y entré a la de mi otro maestro, Abuimrán de Mértola, el cual, al conocer mi estado de ánimo, me dijo:
- ¡Preocúpate de tí mismo!.
Entonces exclamé:
- ¡Oh, señor mío! Perplejo me quedo entre vosotros dos: Abulabás me dice: ¡Preocúpate de Dios!, y tú me dices: Preocúpate de tí mismo, siendo así que ambos sois dos maestros que me dirigís por el camino de la verdad..
Echóse a llorar Abuimrán, y me dijo:
- ¡Ah, querido mío! Lo que te indica Abulabás es la verdad y a ello hay que volver. Lo que sucede es que cada uno de nosotros te indica lo que su propio estado místico le exige. Yo espero. sin embargo, que Dios querrá hacerme alcanzar el grado de perfección a que Abulabás ha aludido. Escucha, pues, su consejo, que es el más conveniente para mí y para tí. ¡Ah, y qué hermosa es la ecuanimidad de los sufíes! Volví entonces a casa deAbulabás y le referí lo que me había dicho Abuimrán. Abulabás me dijo:

- Ha dicho bien Abuimrán, porque él te indicó cuál es el camino de la perfección, mientras que yo te indiqué cuál es el compañero de viaje. Obra, pues, conforme a lo que él te dijo y conforme a lo que yo te dije; es decir, junta en una ambas preocupaciones: la del camino y la del compañero; porque todo el que no va por el camino de la perfección acompañado de Dios, que es
la Verdad , no puede tener certeza de su salvación.
Saadi
 
Era un sabio tan anciano que nadie de la localidad sabía su edad. Él mismo la había olvidado, entre otras razones porque había trascendido a todo apego y ambición humana. Estaba un día sentado bajo un enorme árbol con la mirada perdida en el horizonte y la mente quieta como un cielo sin nubes. De repente, vio como un hombre joven echaba una cuerda sobre la rama de un árbol y ataba uno de sus extremos a su cuello. El sabio se dio cuenta de las intenciones del joven, corrió hacia él y le pidió que desistiese de su propósito aunque sólo fuera un par de minutos para escucharlo. El joven accedió, y ambos se sentaron junto al árbol. El anciano se expresó así:
- Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una sola tortuga en el inmenso océano y que sólo saca la cabeza a la superficie una vez cada millón de años. Imagina un aro flotando sobre las aguas del inmenso océano. Pues más difícil aún que la tortuga introduzca la cabeza en el aro del agua, es haber obtenido la forma humana. Ahora, amigo, procede como creas conveniente.
Todavía cuenta la gente del lugar que aquel joven llegó a anciano y se hizo sabio
 
Cuando Dios quiere la desgracia para una de Sus criaturas, le concede tres cosas y le priva de otras tres:
Le concede el saber, pero le priva de su puesta en práctica.
Le concede la posibilidad de realizar buenas acciones, pero le priva de la pureza de intención.
Le concede la compañía de los siervos perfectos, pero la priva del respeto que se les debe.
 
                                                                                                                                         Ibn el Arabi
 
Nasrudín fue enviado por el rey a investigar sobre la sabiduría de varios clases de maestros místicos orientales. En todos los casos le contaron todos los milagros y dichos de los fundadores y los maestros de las escuelas, muertos hacía ya tiempo. A su regreso, el Mulá presentó un informe que sólo contenía una palabra, “Zanahorias”. El monarca lo hizo llamar a su presencia para que diera una explicación sobre esto. Nasrudin dijo:
- La parte mejor está enterrada; por el verde muy pocos saben, excepto los expertos, que hay anaranjado bajo la tierra. Si no se trabaja por ella se deteriorará; a ella se encuentra asociada una gran cantidad de burros.
 
Había una vez un derviche que, estando sentado en contemplación, notó que había un demonio a su lado. El derviche le dijo:
- ¿Por qué estás ahí quieto sin hacer maldades?
El demonio levantó la cabeza con aburrimiento y respondió:
- Desde que aparecieron tantos teóricos y pretendidos maestros del Camino, yo ya no tengo nada que hacer. 
 
Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El Rey admiró y observó todas las pinturas, pero solo hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo, era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura, también tenía montañas, pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual brotaba un impetuoso aguacero con rayos truenos. Montaña abajo parecía el retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí en el rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en medio de su nido... Paz perfecta.
El Rey escogió la segunda. Y explicó a sus súbditos el porqué: Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro ni dolor. Paz significa que a pesar de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón . Creo que este es el verdadero significado de la paz. Cuando encontremos la paz en nuestro interior, tendremos equilibrio en la vida.
 

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