Rincón literario

 

 

 


 

 

 

 

La Magia (J.V. Barcia Magaz)

J. V. Barcia Magaz es un pensador actual desconocido para el gran público, es un soñador que piensa que otro mundo es posible, quizás como muchos de nosotros, quizás con mas valentía militando y actuando para, al menos, intentarlo. Muchos me dirán que más que literatura hace política o demagogia; yo solo sé que además de ser un gran dibujante, es un “despertador de conciencias”, al menos el siguiente relato hizo magia con la mía:

 

"La Magia" (del libro "El campo de Estrellas")

 

El poder para ser poder invoca al miedo. El egoísmo para ser uno en carne humana habla de la necesidad

de uno sólo. Y así, cada cosa de la vida, aunque no es lógica, discurre por un retorcido y pequeño hilo conductor.

 

Grita el mar con ronca voz y, sin remedio, todos los ríos del mundo le contestan en una permanente e

irremisible deriva hacia el océano. Ordena la vida que la vida siga y nosotras y nosotros, como cachorros

de esa grande e inabarcable señora, no podemos hacer más que obedecer.

Pero no todos persiguen el orden del miedo ni los intereses de uno sólo. Hay quien tiene el poder de obrar magia. Así, como la mar llama a los ríos, quien tiene magia en sus entrañas invoca a los seres y sentimientos que hacen que la vida, a pesar de todo, siga.

 

Sucedió no hace mucho, en el barrio periférico de Gama Leste, en Brasilia. Al caer la tarde, se llenaba aquel lugar de niños bulliciosos que vivían en la calle. Ellos y ellas sabían bien qué significaba el poder del miedo. Del miedo hecho policía o escuadrón de la muerte, que para el caso es lo mismo. También conocían qué significaba el egoísmo. Lo contemplaban a diario y lo sufrían en su corazón y en su estómago.

 

Cayó la noche y las estrellas descendieron. Sus ojos eran luceros incandescentes, esperando que alguien, quien fuese, les dijera: “venid, esto no es más que una pesadilla”. Y les ofreciera un mundo un poquito mejor.

Me senté al borde de la acera. Ellos estaban cerca de mí y me miraban con curiosidad. Un cachorrito de

perro nos observaba a una distancia prudente mientras se rascaba las pulgas. Miré al perro y le silbé para

que viniera

a mí. Pero por más que lo llamaba no había manera. Uno de esos niños se sentó a mi lado.

 - ¿Quieres que haga magia?

De inmediato contesté que sí. Sacó de uno de sus raídos bolsillos un pañuelo. Lo

abrió y apareció una pequeña piedra de cal.

- Es una piedra mágica. Sólo tienes que saber dibujar.

Dibujó un hueso en el suelo y silbó al perro. Para mi asombro, el cachorro movió la

cola y vino hacia nosotros. 

-  Para hacer magia se necesita saber qué es lo que necesitan los otros. Si se lo

das o les ayudas a conseguirlo, la magia aparece – sonrió y siguió jugando con

sus compañeros.

 En otra ocasión, los vi a todos tristes y tirados en la estación de

autobuses. Un compañero suyo había desaparecido. El chico de la magia dibujó un

montón de cuadraditos en el suelo. De inmediato, y algunos con lágrimas en los

ojos, se pusieron a jugar. Así es el poder de la magia.

Me acerqué al chico de la magia y le dije:

- Te compro el trozo de tiza mágica – partió un pequeño pedacito y me lo dio.

- La magia no se vende – contestó-. La magia existe y se da. Sólo hay que saber dibujar.

 

 Desde entonces busco dibujantes que pinten un mundo nuevo. Yo lo intento todas las noches, pero no

sucede, el mundo no se transforma. He descubierto cuál es la causa. Desde luego, no es que la tiza no

sea mágica, es que yo soy un mal dibujante.

“Para hacer magia se necesita saber lo que necesitan los otros. Si les ayudas a conseguirlo la magia aparece”. Después de leer este texto ¿Quién no quiere ser mago? ¿Quién no quiere sacar de su chistera la magia misma? Entrar en contacto con las necesidades de los demás nos hace conectar con ellos de una manera muy íntima y trascendente, resolverlas produce magia. Esa magia tiene apellidos: amor, amistad, entrega, solidaridad, bondad… apellidos que no se pueden comprar en el Corte Inglés, ni siquiera en IKEA.

El mundo está hambriento de principios y como no los encuentra parece que esté llegando a su final

¿Dónde iremos a buscarlos? ¿A la universidad, a Marte o a la luna? Quizás nos acerquemos más si

buscamos una tiza en nuestro propio bolsillo preguntándonos qué querrán que dibujemos…

                                                                                                                  (ECB)

 
 
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