Rincón literario

 

 

 

 

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 La Dama del Alba (Alejandro Casona)

 

 

De entre la valiosa producción dramática de Alejandro Casona (1903-1965) sobresale especialmente "La Dama del alba", drama rural en que el torrente vital y el amor pugnan por imponerse al dolor y al acecho  de una muerte seductora. Con su habitual maestría técnica, Casona fundió en esta admirable pieza fantasía y realidad hasta lograr una atmósfera mágica y misteriosa, salpicada de leyendas y creencias populares. Lo más destacable, con todo, es el tono poético de que se reviste el lenguaje, las situaciones, los personajes y, sobre todo, la propia Peregrina, la ansiada y temida «Dama del Alba» que da título a la obra.

 

Abuelo: No tengo nada que decirte. Por dura que sea la vida, es lo mejor que conozco.

Peregrina: ¿Tan distinta me imaginas de la vida?¿Crees que podríamos existir una sin la otra?

Abuelo: ¡Vete de mi casa, te lo ruego!

Peregrina: Ya me voy. Pero antes has de escucharme. Soy buena amiga de los pobres y de los hombres

de conciencia limpia ¿Por qué no hemos de hablarnos lealmente?

Abuelo: No me fío de ti. Si fueras leal no entrarías disfrazada en las casas, para meterte en las

habitaciones tristes a la hora del alba.

Peregrina: ¿Y quién te ha dicho que necesito entrar? Yo siempre estoy dentro, mirándoos crecer

día por día detrás de los espejos.

Abuelo: No puedes negar tus instintos, eres traidora y cruel.

Peregrina: Cuando los hombres me empujáis unos contra otros, sí. Pero cuando me dejáis llegar por mi propio paso... ¡cuanta ternura al desatar los nudos últimos! ¡Y que sonrisas de paz en el filo de la madrugada!

Abuelo: ¡Calla! Tienes dulce la voz y es peligroso escucharte.

Peregrina: No os entiendo. Si os oigo quejaros siempre de la vida, ¿por qué os da tanto miedo dejarla?

Abuelo: No es por lo que dejamos aquí. Es porque no sabemos lo que hay al otro lado.

Peregrina: Lo mismo ocurre cuando el viaje es al revés. Por eso lloran los niños al nacer.

 

 

Casona nos presenta en la figura de una “bella y delicada mujer” el imponderable de la muerte. Nuestra realidad como seres vivos está determinada por este destino final, este fin que nos desconcierta por lo desconocido, por el” ni como”, “ni el donde”,” ni cuando”, y quizás por lo que más nos revelamos, “el porqué”. No podemos comprender la muerte, pero sí la conocemos, sabemos que es parte de la vida, que nos acompaña siempre en este camino que es la vida, y por lo tanto debemos reconocerla como tal, y estar siempre preparados para recibirla. La mejor forma de vivir con este imponderable es tener las respuestas a esas preguntas, o bien a través de una religión, o a través de una filosofía o a través de nuestra propia introspección, pero tenemos que ser capaces de buscar su sitio en este puzzle que es nuestra existencia.

La reflexión sobre la muerte no es una reflexión apocalíptica y catastrófica, ¡ni mucho menos!, es una reflexión, que aunque parezca un contrasentido, es una reflexión de vida, de que estamos vivos, de que sentimos, de que queremos, de que disfrutamos, una reflexión de la conciencia de la realidad y de positivismo, de madurez en la búsqueda de la felicidad.

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