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Irku
Iadi, La sombra del chamán (Raúl
de la Rosa)
Raúl de
la Rosa
(Valencia, 1958), escritor, investigador y pensador, está
comprometido con una visión ética de la vida; es un filósofo
de la ecología que no se siente limitado por los
convencionalismos sociales, religiosos o morales,
históricamente tan cambiantes.
IrKu Iadi, La senda del chamán es
un viaje al lugar donde habita el verdadero yo. Pueblos
ancestrales, legendarios cazadores, nómadas intrépidos,
montañas sagradas, paisajes atávicos, monasterios
recónditos, espíritus hostiles y espíritus amigos, tomando
formas de lobos y águilas, chamanes, brujos, dioses… Y sobre
todo en sus páginas, planea la
presencia de Irku Iadi, el último gran Chamán siberiano, que
nos acompaña a través de ese viaje íntimo al interior de
nuestro propio ser. |
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Irku
Iadi, La senda del chamán (fragmento)
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“-
Un día, contemplaba extasiado una rosa que no terminaba
de florecer
como
sus compañeras y, de pronto, la oí que hablaba como si
de una persona se tratara. La flor, sostenida apenas por
un enjuto tallo, me decía que el
lugar
donde la había puesto no era bueno para las flores.
"Cámbiame un poco
más
hacia el este, desde donde pueda ver nacer el sol, lejos
de este lugar turbulento". Así lo hice y, al poco
tiempo, la rosa avivó su color y su tallo se hizo más
vigoroso. Desde entonces procuro escuchar a todos los
seres para saber sus necesidades.
Otro
día, mientras paseaba por un umbrío sendero, vi, junto a
un riachuelo, una roca desgastada por el paso del tiempo
y recubierta de musgo. La cogí, sacándola con sumo
cuidado de su sitio. Al llegar a casa, trasplanté una
flor
en el
musgo de la piedra. Al cabo de unos días la florecita se
abrió del todo.
En
aquel momento, algo sucedió, la flor confirió vida
a la piedra que, a su vez,
le
había dado vigor vital a ella y juntos, flor, piedra y
musgo formaron un
único universo ante mis ojos. |
-Entonces,
si una flor crea un universo, ¿una pradera de flores
crea infinidad de universos? -interrumpí con estas
palabras, su laudatorio a la naturaleza; no dejaba
de sorprenderme la cara extasiada de Eliseo cuando
hablaba de sus bellas amigas.
-Podemos cultivar miles
de flores, que formarán un universo, pero cada una
de ellas es única y vive en su propio universo unido
a otros universos que, a su vez, forman otro. Una
puede tener el tallo fuerte y recto, otra frágil y
caído; cerca puede haber una hoja que retenga el
agua o algunas piñas de abeto recién caídas; cada
relación con el resto de universos es distinta en
cada flor, pero todo lo que buscamos en la pradera
se encuentra en ella -dijo Eliseo, señalando una
florecilla que en un pequeño cuenco asomaba
gallardamente su insignificante magnificencia.
En ese momento Irku Iadi apareció paseando junto al
padre superior por el jardín.
-Lo principal es trabajar respetuosamente, con la
recta intención de honrar a la tierra, a los seres
que la habitan y a los espíritus del lugar
-intervino, poniendo un broche de oro a la
conversación” |
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El primer párrafo de este
texto son reflexiones de Eliseo, un monje con el que la primera persona en
la que está escrito el libro conversa y reflexiona: “…procuro escuchar a
todos los seres para saber sus necesidades…”
Cómo choca esta actitud,
esta intención, con el individualismo impuesto por la sociedad en que
vivimos, en esta sociedad del “yo, para mi, conmigo” en la cual casi no
tenemos tiempo ni para nosotros, como para abrir los ojos para ver lo que
necesitan los que tenemos alrededor, y para ello no
hay que mirar muy lejos, simplemente hay que abrir los ojos, pero no los de
la cara, “los del corazón”, a lo mejor quien mas nos necesita es quien está
más cerca: nuestra pareja, nuestros hijos, nuestro amigos, ese compañero de
trabajo que vemos todos los
días… Y a lo mejor con
una sonrisa, un ¿cómo estás?,un |
¿qué tal
te ha ido?, un “mi puerta está abierta”, un
saber escuchar, una
mano tendida es suficiente.
“…
¿una pradera de flores crea infinidad de universos?...”
Cada persona un universo,
un mundo, por lo que si abrimos nuestros ojos con esta actitud de escuchar a
los demás y somos capaces de hacer feliz a alguien en este universo que es
nuestra vida, si compartimos nuestro universo con aquellos que no lo tienen,
al menos con los que están cerca, habremos cambiado el UNIVERSO, al menos
uno, y para ese: seguro que “Mereció
la pena”;
como para ti, en
tu camino de desarrollo como persona.
Y así: “la flor
confirió vida a la piedra que, a su vez, le había dado vigor vital a ella y
juntos, flor, piedra y musgo formaron un único universo ante mis ojos” |
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