|
|
|
El Enfermo
Imaginario (Molière)
Jean
Baptiste Poquelin, conocido como
Molière (1622-1673), dramaturgo francés que ha sido considerado
el "jefe" de la Comedia Francesa.
Despiadado con la pedantería de los
falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes, la
pretenciosidad de los burgueses enriquecidos, Molière exalta
la juventud, a la que quiere liberar de las restricciones
absurdas. Muy alejado de la devoción o del ascetismo, su
papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo
definió: "No sé si no es mejor trabajar en rectificar y
suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por
completo", y su principal objetivo fue el de "hacer reír a
la gente honrada".
También fue un
gran defensor de los valores humanos.
En la obra que
traemos a este rincón esta semana, El Enfermo Imaginario,
Molière tomó de blanco de su sátira a
los médicos de la época, a través de la figura de un |
 |
|
aprensivo hipocondríaco:
Argan, hombre ya maduro, pero sano como un roble,
está obsesionado con la
idea de que está enfermo y
pasa la vida consultando a médicos e ingiriendo
medicinas. Su manía llega
hasta el extremo de querer
casar a su hija con un médico, sea como sea, con la
intención de tener a mano
“la fuente de los
remedios necesarios”, sin necesidad de gastar dineros en
consultas ni en medicamentos.
|
 |
"El Enfermo Imaginario" (fragmento)
"ARGAN. -La razón de que,
encontrándome enfermo -porque yo estoy enfermo-, quiero
tener un hijo
médico, pariente de médicos, para que entre todos
busquen remedios a mi enfermedad. Quiero tener en
mi
familia el manantial de recursos que me es tan
necesario; quien me observe y me recete.
ANTONIA. -Eso es ponerse en razón. Cuando se discute
pacíficamente, da gusto. Pero con la mano sobre
el
corazón, señor, ¿es verdad que estáis enfermo?
ARGAN. -¡Cómo , granuja! ¿Qué si estoy enfermo?… ¿Si
estoy malo, insolente?
ANTONIA. -Conforme, señor; estáis malo. No vayamos a
pelearnos por eso. Estáis muy malo, lo reconozco;
mucho más malo de lo que os podéis figurar, estamos de
acuerdo. Pero vuestra hija, al casarse, debe
tener un marido para ella, y estando buena y sana, ¿qué
necesidad hay de casarla con un médico?
ARGAN. -Si el médico es para mí. Una buena hija debe
sentirse dichosa casándose con un hombre que
pueda ser útil a la salud de su padre.
ANTONIA. -¿ Me permitís, señor, que os dé un consejo
leal?
ARGAN. - ¿Qué consejo es ése?
ANTONIA -No volváis a pensar en ese matrimonio.
ARGAN. -¿Por qué?
ANTONIA. -Porque vuestra hija no consentirá con él.
ARGAN. -¿Que no consentirá?
ANTONIA. -No.
ARGAN. -¿Mi hija?
|

|
ANTONIA. -Vuestra hija, que no quiere oír habla del
señor Diafoirus, ni de
su
hijo, ni de ninguno de los Diafoirus que andan por el
mundo.
ARGAN. -Pues yo sí. Además, esa boda es un gran partido.
El señor
Diafoirus no tiene más hijo ni heredero que ese; y el
señor Purgon, que es soltero, lega en favor de ese
matrimonio sus ocho mil duros de renta.
(ANTONIA, la criada, ante la
situación de que iban a casar a la hija de
ARGAN con un médico al que ella no quería, se hace pasar
por médico para desacreditar al futuro yerno)
ANTONIA. -Soy médico ambulante, que va de pueblo en
pueblo, de ciudad
en
ciudad, buscando materiales para sus estudios: enfermos
dignos de
ocupar mi atención y de emplear en ellos los grandes
secretos de la
medicina, descubiertos por mí. Tengo a menos distraerme
en menudencias,
en
enfermedades vulgares, en bagatelas como reumatismos,
fluxiones,
fiebres, vapores y jaquecas... Yo busco enfermedades
verdaderamente importantes: grandes fiebres continuas,
con trastornos cerebrales; buenos
tabardillos, grandes pestes, hidropesías ya formadas,
pleuresías con
inflamación de pecho... ; esas son las enfermedades que
a mí me gustan y
en
las que triunfo. Ojalá tuvierais
vos, señor, todas estas enfermedades
que
acabo de nombraros y os hallarais abandonado de todos
los médicos, desahuciado, en la agonía, para poderos
demostrar las excelencias de mis remedios y el placer
que experimentaría siéndoos útil. |
ARGAN. -Os agradezco en extremo vuestras bondades.
ANTONIA. -Dadme la mano... ¿Quién es vuestro médico?
ARGAN. -El señor Purgon.
ANTONIA. -En mis anotaciones sobre las eminencias
médicas no figura ese nombre. Según él, ¿qué
enfermedad tenéis?
ARGAN. -El dice que es el hígado; pero otros afirman que
el bazo.
ANTONIA. -Son unos ignorantes. Vuestro padecimiento está
en el pulmón.
ARGAN. -Justamente, el pulmón.
ANTONIA. -Sí. ¿Qué es lo que sentís?
ARGAN. -De cuando en cuando, dolor de cabeza.
ANTONIA. - Justamente, el pulmón. |
|
|
|
 |
Aunque el texto elegido está
escrito en clave de comedia, la reflexión que se deriva de él no lo es tanto, al
contrario, podría considerarse en cierta medida “el drama de la realidad”. Argan
no intenta engañar a nadie, solo se engaña a si mismo, ya que él está convencido
de que está enfermo, es decir vive en una realidad personal equivocada, por lo
que sufre de forma innecesaria, y lo que es aún peor, hace sufrir a todos los
que tiene alrededor. La figura del enfermo imaginario la podemos aplicar a
muchas facetas de la vida, y así nos podemos identificar con el agobiado
imaginario, el pobre imaginario, el solitario imaginario, el infeliz imaginario…
Y en nuestra vida, ¿qué
tenemos nosotros de imaginario? Qué difícil es analizarnos, qué difícil es
reconocer que la realidad, o la verdad no siempre está con nosotros, ya que
nuestros ”…imaginarios” pueden chocar con los ”…imaginarios” de los demás, y
entonces ¿dónde está la razón?. La única forma de superar esta situación es
siendo conscientes de ella y preguntarnos siempre ¿puedo ser yo el… imaginario?,
y con el análisis, la reflexión y la “meditatione” podremos al menos estar un
poco más cerca de nuestra verdad. |
 |
|
|
|