Rincón literario

 

 

 

    
 

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Coplas por la muerte de su padre (Jorge Manrique)

 

Coplas por la muerte

de su padre

 

 

 Recuerde el alma dormida,          
 avive el seso y despierte
 contemplando
 cómo se pasa la vida,
 cómo se viene la muerte              
 tan callando,
 cuán presto se va el placer,
 cómo, después de acordado,
 da dolor;
 cómo, a nuestro parecer,             
 cualquiera tiempo pasado
 fue mejor.
 
 Pues si vemos lo presente
 cómo en un punto se es ido
 y acabado,                           
 si juzgamos sabiamente,
 daremos lo no venido
 por pasado.
 No se engañe nadie, no,
 pensando que ha de durar             
 lo que espera,
 más que duró lo que vio
 porque todo ha de pasar
 por tal manera.
 
 Nuestras vidas son los ríos        
 que van a dar en la mar,
 que es el morir;
 allí van los señoríos
 derechos a se acabar
 y consumir;                          
 allí los ríos caudales,
 allí los otros medianos
 y más chicos,
 y llegados, son iguales
 los que viven por sus manos          
 y los ricos.

 

¿Qué es la vida? ¿cuánto dura? ¿qué es la realidad? ¿qué diferencias hay entre lo que nos sucede y lo que creemos que nos sucede? ¿Cuánto más nos va a suceder? ¿se puede provocar que las cosas nos sucedan sólo con soñarlas o desearlas? ¿se puede parar el tiempo?

¿Dónde seremos más felices, en la realidad objetiva, en lo que pensamos que sucede o en lo que nos gustaría que sucediera? ¿Dónde iremos después? Quizás sabiendo la respuesta a todas estas preguntas y encontrando el equilibrio entre nuestros deseos y la realidad esté el camino de la alegría.

Según los gurús orientales, la sabiduría (y se entiende que la felicidad) se encuentra en la falta total de deseo, renunciando a todo, en estado de desprendimiento puro es cuando el hombre puede alcanzar sus cuotas más altas de felicidad. Pero en nuestra cultura parece que esa es una postura demasiado “cómoda”, en la competitividad, en la escalada social, profesional y económica es donde se nos ponen la ansiada felicidad, en la cima. ¿Quién conoce a alguien que crea que ha llegado a la cima? Siempre hay una cima después, más alta, con mayores miras, que polariza nuestra mirada sin dejarnos apreciar todo lo que ya tenemos, las vistas de nuestra cima actual.

La propuesta ideal sería pensar que estamos siempre en nuestra cima presente (“Estoy en lo más alto que he llegado a este momento”), disfrutar las vistas, y en ese estado de gozo plantearnos las nuevas cimas a las que llegaremos mas adelante y de las que quizás regresaremos en otros momentos. Todo cambia, nada permanece, es mejor siempre jugar la mano con las cartas que nos han tocado, sin pensar en las que tuvimos ni en las que tendremos o podríamos tener. El tiempo es la suma infinita de muchos presentes consecutivos, quizás la felicidad sea la suma de todas las alegrías presentes que seamos capaces de atesorar… sea lo que sea, nuestra obligación será buscarla, en la vida o en los sueños.

 

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