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Alicia en
el País de las Maravillas (Lewis Caroll)
Charles
Lutwidge Dodgson era el nombre verdadero de
Lewis Carroll
(1832-1898).
Nacido en Daresbury, Inglaterra, era el mayor de 11
hijos: cuatro varones y siete niñas. A los 18 años,
ingresó en la Universidad de Oxford, en la que
permaneció durante cerca de 50 años, y en la que
obtuvo el grado de bachiller y se recibió de
preceptor. Fue ordenado diácono de la Iglesia
Anglicana y enseñó Matemáticas a tres generaciones
de jóvenes estudiantes de Oxford, y lo que es más
importante, escribió
una
de las más deliciosas narraciones que se han
producido en el campo de la literatura,
la obra que traemos esta semana a nuestro rincón
literario.
Una
tarde de verano, en un paseo en barca, el azar quiso
que cada vez que Carroll intentaba diferir aquel
cuento de cuentos prometiendo «el resto la próxima
vez», tres niñas-musas exclamarán en trance: «Ya es
la próxima vez». Tal vez en esta burla del tiempo
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se
encuentra el sortilegio secreto de
esta transgresora
Alicia en el país de las maravillas,
que se inicia con la caída de su protagonista
por un agujero negro, que pasará por el centro de la
Tierra, al otro extremo del mundo, donde las
personas caminan boca abajo. |
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"Alicia en el país de las Maravillas"
(fragmento)
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No había
nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a
Alicia muy extraño oír que el conejo se
decía a sí
mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!»
(Cuando pensó en ello después, decidió que,
desde
luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel
momento le pareció lo más natural del
mundo).
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Pero
cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del
chaleco, lo miró y echó a
correr,
Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de
golpe que ella nunca
había
visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de
él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el
conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo
para ver
cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al
pie del seto.
Un momento
más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin
pararse a considerar cómo se las arreglaría después para
salir.
Al
principio, la madriguera del conejo se extendía en línea
recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia
abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo |
siquiera
tiempo de pensar en detenerse y se
encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy
profundo.
O el pozo
era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque
Alicia, mientras descendía, tuvo
tiempo
sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué
iba a suceder después. Primero, intentó
mirar
hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo
demasiado oscuro para distinguir nada.
Después miró hacia
las paredes del pozo y observó que
estaban cubiertas de armarios y estantes para
libros: aquí y allá vio
mapas y
cuadros, colgados de clavos. Cogió, a su paso, un jarro
de los estantes.
Llevaba
una etiqueta que decía: MERMELADA DE NARANJA, pero vio,
con desencanto, que estaba vacío.
No le
pareció bien tirarlo al fondo,
por miedo a matar a alguien que
anduviera por abajo, y se las arregló
para dejarlo en otro de los estantes
mientras seguía descendiendo... |
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Cuando leí por primera vez este libro,
cuando era pequeño, me pareció muy divertido, y pensaba
realmente
que lo que describía Lewis Carroll podía
ser el país de las Maravillas. Ya de adulto, lo que me
pareció al
releerlo fue que era una pesadilla.
“Alicia en el país de las Maravillas”
nos describe el sueño de una niña tras quedarse dormida
mientras leía
un libro que no
tenía dibujos.
Probablemente los dibujos que faltan en
el libro que empieza a leer Alicia, puedan
corresponderse a
nuestros sueños,
y cuando
nuestra vida adolece de dibujos y colores, nuestros
sueños -que son nuestra manera subconsciente de
interpretarla, su endurecen pudiendo convertirse en
pesadillas. |
El motor de nuestro ánimo, lo que puede
hacer que realmente podamos vivir en “el país de las
Maravillas” son nuestros sueños, que son los que
“dibujan” nuestra vida, los que nos cargan de energía en
el día a día, los que alimentan nuestra esperanza, los
que nos llenan de alegría y de ganas de vivir. Estos
sueños pueden ser tan intensos, sobretodo ante
determinados estados de ánimos, como aquellos cercanos a
la euforia, que podemos vivirlos como reales, ya que la
felicidad más intensa es aquella que se goza en el
camino de la consecución del sueño o de una ilusión, y
que se disipa cuando este o esta se alcanza: “La
felicidad está escondida
en la sala de
espera de la felicidad” (Eduardo
Punset). Quizás lo que podríamos derivar de todo esto es
la necesidad de la identificación consciente de nuestras
aspiraciones, de nuestras ilusiones y de nuestros sueños
en la vida, por lo que si no lo has hecho ya, ¡decora tu
vida con tus sueños! y crearás tu “país de las
Maravillas”.
En este
libro de nuevo vuelve a aparecer la relatividad en el
binomio fantasía-realidad, desde el principio la
historia de Alicia parece real, aunque solo era un
sueño, ¡qué difícil es a veces en nuestra vida
diferenciar ambas cosas! Qué felices podemos llegar a
ser si soñamos despiertos, pero qué infelices podemos
llegar a ser si solo soñamos. |
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En
internet puedes encontrar links a la obra
completa como el
siguiente:
http://www.guiascostarica.com/alicia/a1/indice.htm |
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