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La Celestina (Fernando de Rojas)
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Esta
semana hemos elegido una obra muy especial, pero
más que
por el autor o por el contenido de la obra, por las
características de la edición a la que vamos a hacer
referencia
y que nos
sirve de hilo conductor para conjugar
y hacer
algunas reflexiones sobre el verbo censurar.
La
edición de La Celestina a la que vamos a hacer
referencia se trata de una edición de 1955 (Editorial Ebro,
SL; Zaragoza) con la peculiaridad de que se trata de una
edición censurada por el régimen que en aquel momento
gobernaba España.
Sin duda
se trata de una curiosidad editorial,
probablemente considerada como una joya literaria, y que nos
va a
servir para hacer una reflexión sobre el papel de
la
censura en nuestras vidas. |
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LA CENSURA
Según
el diccionario de la Real Academia de la Lengua, censura
es:
1.-
Formar juicio de una obra u otra cosa
2.-
Corregir, reprobar o notar por malo algo;
3.-
Murmurar, vituperar.
Si
conjugamos el verbo censurar, al menos en lo que se
refiere a las tres personas del singular, nos podemos
encontrar con algo parecido a lo siguiente:
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YO
CENSURO: Probablemente si nos paramos a pensar en
ello, ¿a quién censuro?, si la respuesta es
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“a
mi”, significa que quizás estamos en el camino de la
superación, de la búsqueda de la perfección en
cuanto
a relaciones personales, trabajo, ilusiones, esperanzas…
Si a quién censuramos es sobretodo a
los
demás, a lo mejor antes de aplicar este verbo al resto,
deberíamos ser capaces de aplicarlo a
nosotros mismos. ¿Aplicamos el mismo rasero para los
demás que para nosotros?
¿Por qué censuro? ¡Para ayudar a alguien! Si la
contestación no esta, evita en lo posible la murmuración
y el vituperio (una de las acepciones del verbo)
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TU
CENSURAS: En este caso no somos nosotros, eres tú
quien lo hace, desde esta perspectiva, |
podemos entender perfectamente la actitud de la primera
persona tras haber hecho su propia reflexión,
es
decir, que si todos hubiésemos seguido este
razonamiento, probablemente esta segunda persona no
se
podría conjugar, al menos en sus acepciones peyorativas.
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EL
CENSURA: Esta persona nos toca de más lejos, por lo
tanto no está presente, y es a quien es más
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fácil
censurar, y además para poder hablar de él, necesitamos
a un tú, por lo tanto a dos. No cabe
duda
que hay ocasiones en las que no nos queda más remedio
que censurar, podríamos hablar del caso
de
la crítica constructiva, pero en la mayoría de las
ocasiones, seguro que lo podríamos hacer, y dejar
de
ser un “correveidile” o una alcahueta como nuestra
Celestina.
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Solo
nos quedaría por ver el resultado del censurar, en
nuestro caso concreto de la “Tragicomedia de Calisto y
Melibea”, y como se mutila este clásico de la
literatura.
A
modo de ejemplo, hemos traído esta página de la derecha,
en la que podemos observar los efectos de la actuación
del censor. De los actos octavo y noveno nos han dejado
leer solo el argumento, ya que el texto original ha sido
eliminado en esta edición, todo el libro está lleno de
situaciones como esta (si quieres acceder al texto
completo para ver el texto que falta haz click en este
link:
La Celestina)
Probablemente lo que aquí falla es el criterio utilizado
para llevarla a cabo, y la base sobre la cual se hace,
partiendo de la base de que no se puede censurar una
obra de arte.
Lo
mismo nos puede pasar a nosotros, si el criterio que
utilizamos no es el “correcto”, y los motivos sobre los
que nos basamos para desarrollarla no son acertados.
¿Por qué pensamos que siempre la razón está con
nosotros? Si fuésemos capaces de entender las razones
del otro, de "ponernos en sus zapatos", el mundo en el
que vivimos sería diferente...
Todo esto lo podríamos resumir en una pregunta: ¿Quien
soy yo para juzgar a nadie?
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